El permanente aprendizaje en los Grandes Premios

La victoria de Brad Binder recuerda al excomentarista Nick Harris un evento de hace 40 años que involucró a otro piloto sudafricano

La memorable irrupción de Brad Binder en los libros de historia y su inmaculada y pausada entrevista televisiva con Simon Crafar en los boxes de Brno me hicieron sonreír. Recuerdos de otro gran campeón mundial sudafricano, el circuito de carretera de Brno y el aprendizaje como reportero de Grandes Premios.

Hace 40 años, viajé para informar sobre el Gran Premio de Checoslovaquia en el viejo circuito de carretera de Brno. Era mi primera temporada como reportero de Grandes Premios, y estaba entusiasmado, muy entusiasmado, demasiado entusiasmado. Había un gran interés en la carrera de 350cc, que era la penúltima ronda del campeonato. Fue una lucha entre el piloto mundialista más duro que he conocido, el sudafricano Jon Ekerold, y el talentoso alemán Toni Mang. Piloto privado, Ekerold llegó al circuito de carretera de 10,920 km en una tarde sofocante con una ventaja de 14 puntos en el Campeonato. No fue fácil para un sudafricano conseguir un visado para correr en Checoslovaquia.

A sus dos mecánicos de Bimoto Yamaha se les había negado la entrada y sólo consiguió un preciado visado porque había heredado un pasaporte noruego de su padre. Ekerold se veía como el probable Campeón del Mundo mientras seguía al líder Mang a través de las aldeas, los campos de maíz y el bosque. De repente, el sudafricano comenzó a disminuir la velocidad, lo que descubrimos más tarde que se debía a la rotura del anillo de un pistón. Regresó cojeando a casa en décimo lugar y la victoria de Mang aseguró que los dos llegarían a la ronda final en Alemania igualados a puntos.

Fui el primero en llegar con un bolígrafo y un cuaderno en las manos mientras Ekerold cojeaba hacia los fosos y se quitaba el casco. Otros, con un poco más de experiencia y más vivos que el novato, esperaron a que el polvo se asentara. Yo me había zambullido de cabeza en el agua, mientras Jon se quitaba el casco, con una pregunta brusca sobre por qué había disminuido la velocidad y cómo se sentía por no ganar el título mundial. Su respuesta fue irreproducible y dejó muy claro lo que pensaba de mí.

Una semana más tarde conduje hasta un lugar icónico para la ronda final del Campeonato del Mundo de 350cc: el circuito de carretera de Nürburgring, situado en las montañas de Eifel, que vivía su última etapa. Mientras conducía hacia el paddock, Jon Ekerold me esperaba en la puerta. Estaba listo para otra reprimenda pero, en vez de eso, se disculpó por su arrebato, dijo que estaba fuera de lugar y que yo sólo estaba haciendo mi trabajo y me dio la mano. Luego salió a protagonizar un pilotaje de puro genio y agallas que había que estar allí para apreciar.

Su victoria sobre Mang le brindó aquel título mundial y me dejó recuerdos que nunca olvidaré. Su última vuelta entre los árboles y las barreras que bordeaban los 22,835 km del deteriorado asfalto fue una de las mayores grandes vueltas que he presenciado nunca. Su última vuelta lo habría calificado en el segundo puesto de la parrilla de 500cc y su tiempo de carrera lo habría colocado en el cuarto lugar en la carrera de 500cc.

Pensando en Austria de cara al domingo, me encantaba tanto el viejo Salzburgring como, en los últimos años, el icónico escenario similar del Red Bull Ring. El Salzburgring era especial, sobre todo viendo esas motos de 500cc a tan alta velocidad. Era el anfiteatro definitivo para que los pilotos mostraran no sólo habilidad sino también mucho nervio y coraje. Un pequeño arroyo alpino solía pasar entre los árboles por el media centre y una familia dirigía el servicio de comunicación, cobrando precios desorbitados. Disgustaba a la madre, al padre y sobre todo a la hija y no había posibilidad de archivar los documentos.

En 1983, Kenny Roberts luchaba como un verdadero campeón para recuperar el título mundial que había ganado por última vez tres años antes. Era un sexto asalto crucial de su pelea con Freddie Spencer en el Salzburgring. Yo había pactado con Yamaha que si ganaba, el presentador en Londres podría entrevistarle en directo para BBC Radio al final de su vuelta de honor en la línea de meta antes de que subiera al podio. Kenny completó su parte del trato perfectamente. Logró una clásica victoria de 6 segundos sobre Eddie Lawson y se paró delante de mí, se quitó el casco y se puso los auriculares listos para hablar con la BBC.

Desafortunadamente, la gente de Londres no había comprendido la situación. En lugar de dar paso directamente a Kenny, le preguntaron si le importaría esperar un par de minutos porque estaban cubriendo una jugada de cricket en los terrenos del club del condado. Kenny podía haber completado 131,440 km a más de 190 km/h, pero nunca perdió ese travieso sentido del humor. Les preguntó si era el mismo partido de cricket que puede durar cinco días y aun así terminar en empate. Kenny esperó, la ceremonia del podio esperó y, finalmente, la entrevista con el ganador fue completada.

Cuatro décadas después y todavía sigo aprendiendo.

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