Un largo camino desde casa

El excomentarista de MotoGP™ Nick Harris se sumerge en el recuerdo de los grandes pilotos australianos tras el éxito de Jack Miller en Jerez

Los deportistas australianos tienen algo especial. Quizás el hecho de actuar tan lejos de casa les hace estar más decididos a ganar y estar preparados para forzar al límite y más allá. Los Grandes Premios de motociclismo son un buen ejemplo de las dificultades que han superado para ganar campeonatos mundiales y grandes premios para su país. También es, probablemente, una razón por la que celebran el éxito con más fuerza que la mayoría de las demás nacionalidades. Desde el primer ganador australiano de un Gran Premio, Ken Kavanagh, en 1952, hasta la victoria de Jack Miller en Jerez el pasado fin de semana, te das cuenta de lo que significa no solo para el piloto, sino para todo el país.

Los pilotos australianos siempre han estado dispuestos a seguir su sueño y a viajar por todo el planeta para competir contra los mejores del mundo. No se conformaron con leer o ver en el cine las carreras de los Grandes Premios de Europa. En vez de eso, hicieron enormes sacrificios y, en algunos casos, el máximo sacrificio, para descubrir por sí mismos de qué se trataba.

Imagina hacer ese viaje marítimo de 22.000 km y seis semanas desde Australia a Europa para competir en la primera prueba del Campeonato del Mundo en las carreras TT de 1949 en la Isla de Man. Aquella travesía de cuatro horas desde Liverpool hasta la Isla de Man, atravesando el agitado Mar de Irlanda, debió parecer un juego de niños para los tres pilotos australianos Eric McPherson, Harry Hinton y George Morrison, que enarbolaron la bandera australiana hace 73 años, no solo en el TT, sino en aquella histórica primera temporada. Al crecer, siempre pensé en lo romántico que sonaba. Estar lejos de casa viajando por Europa en una furgoneta para competir en moto en escenarios legendarios, aunque era un modo de vida muy precario, especialmente para los pilotos no europeos, pero seguían llegando.

El tercer puesto de Hinton en el TT holandés de 1950 pilotando una Norton supuso su primer podio. Dos años más tarde, Ken Kavanagh se convirtió en el primer ganador australiano con la victoria en la carrera de 350cc del Gran Premio del Ulster. Tuvieron que pasar otros cuatro años para que se produjera el primer título mundial con Keith Campbell, que se coronó Campeón del Mundo de 350cc en 1957 pilotando la Moto-Guzzi italiana. Tom Phillis hizo historia cuatro años más tarde al conseguir la primera victoria de Honda en el Gran Premio de España de 125cc de 1961. Ese mismo año consiguió el primer título mundial para Honda, pero desgraciadamente perdió la vida en las carreras TT de 1962.

Recuerdo haber visto a Barry Smith ganar la carrera TT de 50cc de 1968 y un año más tarde ver a Kel Carruthers saltando por el legendario Ballaugh Bridge en el circuito de montaña con la gloriosa Benelli de cuatro cilindros. Carruthers, que más tarde se convirtió en el mentor de pilotos como Kenny Roberts para dominar las carreras europeas, llegó a ganar el TT de 250cc y el título mundial.

Veinte años más tarde, yo estaba en plena acción cuando dos pilotos australianos llegaron para dominar el Campeonato del Mundo de 500cc y cambiar el rumbo de este deporte. Wayne Gardner vivía a base de 'fish and chips' y dormía en la parte trasera de su coche, un Austin 1800, cuando llegó a Inglaterra en 1982. Cinco años más tarde se convirtió en el primer Campeón del Mundo australiano de 500cc, y el país entero se volvió completamente loco. Fue elegido deportista australiano del año por delante del campeón de tenis de Wimbledon, Pat Cash. La televisión nacional empezó a retransmitir las carreras en directo y el magnífico circuito de Phillip Island albergó el primer Gran Premio de Australia.

Mick Doohan se puso al manillar en los años noventa. Nunca olvidaré la lucha del piloto de Queensland después de que casi le amputaran la pierna tras su caída en el TT holandés de 1992. Regresó para competir de algún modo en los dos últimos Grandes Premios del año, pero no pudo evitar que Wayne Rainey retuviera su título por solo cuatro puntos. Un Mick en buena forma y su Honda demostraron ser una combinación imbatible, ganando cinco títulos mundiales de 500cc de forma consecutiva entre 1994 y 1999, antes de que las lesiones obligaran a retirarse a uno de los verdaderos grandes de este deporte.

Cuando regresé a tiempo completo al paddock de MotoGP™, hace 21 años, recibí mucha ayuda y ánimos por parte de Jack Findlay, que trabajaba para la IRTA. En 1971, Jack se convirtió en el primer piloto en ganar un Gran Premio de 500cc con una máquina de dos tiempos cuando conquistó el Gran Premio del Ulster con Suzuki.

Garry McCoy y Chris Vermeulen tenían ciertamente estilos opuestos, pero continuaron con el éxito australiano en MotoGP™ cuando un joven pero muy rápido Casey Stoner llegaba a Europa. Sus padres lo vendieron todo para llevar a su talentoso hijo a conquistar el mundo. Vivían en una caravana en el frío, húmedo y ventoso norte de Inglaterra, pero sus sacrificios fueron recompensados. Casey era especial. Le dio a Ducati su primer título mundial en la categoría reina en 2007 y cuatro años más tarde recuperó el título con la Honda oficial antes de retirarse con su familia a su granja de vuelta a casa.

La victoria de Jack Miller en Jerez ha supuesto la 182ª ocasión que un piloto australiano ha subido a lo más alto del podio de un Gran Premio. Tres leyendas australianas han conseguido ganar la mayor gloria de la categoría reina, el Campeonato del Mundo de 500cc/MotoGP™. La victoria de Jack con Ducati en Jerez le ha permitido seguir sus pasos y, lo que es más importante, honrar a aquellos pioneros que nunca hicieron el largo viaje de vuelta a casa.