'Vale' en Mugello: Graziano, Hawái y un helicóptero

El excomentarista de MotoGP™ Nick Harris repasa el enorme legado de Rossi en el emblemático circuito de la Toscana italiana

Puede que solo nos llegaran unos contados destellos televisivos del '46' bajo el sol de Mugello el pasado domingo, pero fueron suficientes. Valentino Rossi en acción en el magnífico circuito toscano, sede del Gran Premio de Italia. Un piloto y un escenario bañados en oro en el último cuarto de siglo de los Grandes Premios. Veinticinco años en los que Rossi ha liderado la revolución en los circuitos de todo el mundo, pero es Mugello el que lo resume todo. Una masa pasional de aficionados abarrotando las laderas apoyando a un héroe nacional e incluso una invasión de pista organizada en meta para festejar frente al podio.

Por supuesto, hablamos de las 9 victorias mundialistas de Rossi, incluyendo 7 triunfos seguidos en MotoGP™, 14 podios y 7 poles en Mugello, pero es mucho más que eso.

Hubo una típica melé al estilo italiano alrededor de un escritorio en la sala de prensa con vistas al pitlane de Mugello. Ahí estaba un adolescente de aspecto muy joven y con el pelo largo, y los medios de comunicación italianos ya anotaban cada palabra que decía. Era junio de 1995, en el Gran Premio de Italia en Mugello, y yo no tenía ni idea de quién era. Me dijeron que era el hijo de Graziano Rossi y, honestamente, no pensé más en ello. Menos de un año después, Valentino había debutado en un Gran Premio en Malasia y, menos de seis meses después, consiguió la primera de sus 115 victorias mundialistas en Brno. Los titulares pronto cambiaron y los papeles se invirtieron: Graziano Rossi, tres veces ganador de Grandes Premios, era ahora el padre de Valentino Rossi.

Valentino Rossi, Mugello 2001

Seis años después de aquel primer encuentro, había organizado una sesión de fotos en la gran noria del London Eye con vistas al río Támesis. 'Vale' había ganado las tres primeras carreras de 500cc de la temporada 2001 y había generado revuelo incluso en Gran Bretaña. Tras una rueda de prensa en el pub que hay junto al London Eye, me subí a un taxi con 'Vale' y su gran amigo Uccio de camino a los estudios de la BBC en White City. Eran como un par de niños con sus teléfonos organizando el baile de fin de curso, pero tramaban algo especial para Mugello.

Valentino Rossi, Mugello 2001

Habían descubierto que había un club de fans de Rossi en Hawái y querían celebrarlo. Empezaron planeando llevar a un par de miembros del club de fans a la carrera, pero la idea fue a más. Para el fin de semana de la carrera en Mugello, el casco y el mono de Rossi tenían un diseño de flores hawaianas. Todo el equipo de boxes de Honda lucía camisas hawaianas, el carenado de la NSR Honda estaba resplandeciente con el logo de la flor hawaiana y, para coronar el tema, se colocó una piscina de plástico con una palmera en medio cerca de la pista. Los aficionados y los medios de comunicación no tenían suficiente. Se trataba de un fenómeno de diversión y autopromoción del Mundial que no se había visto nunca antes. Otros lo habían intentado, pero no tenían el talento necesario en la pista. Era solo el comienzo, y el 'boom' de Rossi comenzaba a expandirse a velocidad de vértigo.

Siete años después, en 2010, no solo Mugello, sino toda Italia, derramó lágrimas. Rossi sufrió una caída en los entrenamientos con el neumático trasero aún frío a su paso por la chicane Biondetti y se rompió la pierna. Cuando el helicóptero médico de color amarillo brillante despegó para trasladarlo al hospital, reconfortó las lágrimas de los suyos con un saludo desde la camilla. Las imágenes de televisión de una joven que le devolvía el saludo con lágrimas en el rostro resumían lo que esta apasionada nación sentía por su héroe. Volvió cinco semanas y media después para terminar 4º en el Sachsenring.

Sinceramente, no sé si Valentino Rossi protagonizó su última aparición en Mugello el pasado domingo. Pase lo que pase, esas imágenes del '46' corriendo entre las verdes colinas de la Toscana durante el último cuarto de siglo nunca serán olvidadas, especialmente por cualquiera que haya tenido la suerte de estar allí.